viernes, 28 de noviembre de 2008

Poesía escondida

[Enero 2007]
Rescatado del Space, la única que vez que escribí un sueño.

Ella abrió la puerta y le dejó pasar,
-Bienvenido a mi humilde hogar. Aunque si te digo la verdad de hogar tiene poco, porque no paso mucho tiempo aquí. Yo lo decoré el primer verano que estuve aquí, pero aún así...
El la cayó con un beso.
-¿Me la enseñas?-pidió él con una sonrisa.
-Claro- respondió ella con ternura.
Entró por una puerta y le dijo con tono de azafata:
-A su izquierda el comedor, donde desayuno y poco más. De color naranja, para transmitir energía por las mañanas.
La sala era grande, con una mesa central y muchas sillas alrededor. Tenía unos bonitos ventanales cubiertos de cortinas amarillas de gasa y las paredes vestían el color de un melocotón maduro.
-Muy grande para ti sola ¿no?- le preguntó él.
-Sí, pero es que esta casa está hecha para una familia, arriba me sobran cinco habitaciones.- dijo ella, que volvió a retomar el tono de azafata- En esta otra puerta la cocina. En la que, por cierto, he debido de entrar tres veces contadas.
-¿Hacemos la cuarta?-le dijo abriéndole la puerta.
Aquella cocina enorme, sólo transmitía frío. Impoluta y con una encimera metálica, parecía que nadie la hubiera tocado nunca. No era así, porque aunque ella no cocinaba, si o hacía el equipo de cocina de aquel edificio. Pero ellos conseguían que no se notara que habían estado allí.
-Tienes razón, no me gusta tu cocina. Es fría- comentó él tras un escalofrío cogiéndola de la cintura.
- Vamos al salón.
Ambos atravesaron el largo pasillo azul cogidos de la mano., hasta una sala enorme decorada en blanco y negro.
Ella suspiró.
-No lo uso nunca. Si estoy en casa, estoy en mi dormitorio o en el jardín. Aquí solo estoy si tengo invitados. Nunca.
-Vamos a un lugar más cálido entonces- y la volvió a besar.
Él sabía cuando ella estaba mal. A pesar de que no llevaban más de un mes, él sabia muchas cosas. Las leía en su mente. Sabía que hoy no era un buen día.
Subieron las escaleras en silencio y recorrieron un pasillo muy largo hasta el final de este. Al abrir la puerta, él se dio cuenta de que allí había más de ella que en cualquier lugar de la casa. Sus zapatillas descansaban al lado de la cama. Un ordenador encendido "trabajaba" sobre el escritorio, repleto de papeles.A los lados había grandes puertas de armarios, donde almacenaba su colección de trajes y zapatos. La cama, parecía el lugar más confortable del planeta. El refugio del guerrero. Ella, al fin y al cabo, era eso, una guerrera. Pero había llegado la hora de que descansara.
Sus miradas recorrieron la habitación hasta encontrarse y ella le dijo:
-¿Te gusta?
-Es tú. Y a ti te adoro.
Ella, agradecida, le sonrió y le besó. Estaba cansada de luchar. De huir de la felicidad. De pensar.
-Puedes ponerte cómodo, estas en tu casa- dijo ella mientras cogía una cafetera llena.
-¿Tienes una cafetera aquí?
-Te sorprendería lo que se esconde en este cuarto- comentó riéndose y ofreciéndole una taza de café.
Sentados en la cama, jugaron a averiguar que escondía la habitación. Que escondían sus vidas. Que escondían ellos. Que escondía la madrugada, pues la conversación no paró hasta las cuatro de la mañana, cuando el sueño se hizo abrazo. Cuando la lucha se había ganado.

1 comentario:

Marta dijo...

Es la 01:22 de la mañana y mañana tengo clase, estoy aquí como quien no quiere la cosa leyendo entradas antiguas de tu blog porque me encantan. Y ésta especialmente, con el estado de ánimo que tengo ahora (ya sabes irremediable y tontamente enamorada) me ha llegado al alma. No sólo por él, sino por ti también mi gemela linda. Tengo ganas de verte porque quiero compartir contigo este momento, eres la única persona a la que de verdad puedo llorarle en el hombro de pura felicidad. Porque, sea por lo que sea, tú siempre formarás parte de esa felicidad, siempre la compartiré contigo y siempre te querré a mi lado +.+

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